12 de junio de 2007

¿Cómo evangelizar eficazmente?

Evangelizando repartiendo tratados

El bus avanzaba lentamente sobre la autopista. Una señora, por el pasillo central, se abría paso a pesar de su gordura mientras que un ejecutivo—a decir por su vestido elegante—desafiaba la gravedad de los ires y venires del automotor, intentando leer el diario.

A su lado tenía a un joven que escuchaba música con audífonos, conectados a un radio muy pequeño. Le miró, sonrió y señaló la pequeña Biblia que llevaba entre sus manos:

--Buena onda… Mi madre también la lee—dijo, y siguió tarareando una canción.

No supo qué decir ni qué hacer en aquella circunstancia. Unas cuadras más allá, el muchacho se bajó. Después de timbrar para pedir que abrieran la puerta, le echó una última mirada y se despidió:--Que tenga buen viaje…--

Dejó ir una oportunidad única para hablar de las Buenas Nuevas a aquél estudiante.

El vecino de la tienda es formal. Sabe que enfrenta problemas porque, a primera hora de la mañana y mientras va a tomar el autobús, lo ha escuchado discutiendo.
--No sirves para nada—le grita su mujer--. Un inútil es mejor que tú--.
--No te quejes, mujer, hago lo que puedo. El micromercado nos da para vivir—se defiende él.
--Sí, pero hace falta más para sobrevivir—se queja ella.
Lo ha visto deprimido muchas veces, mientras le despacha el pan, la leche y las legumbres.
--¿Todo bien?—le preguntó alguna vez.
--Todo bien…--respondió el hombre, sin mucha convicción.

Desperdició otra buena oportunidad de testificar de Jesucristo.

Su esposa no asiste a ninguna iglesia. Está cansada de oír malos testimonios de pastores, obreros y líderes que han fallado a su llamamiento. "La esposa de don Juan se fue con el líder de caballeros. Tremendo. ¡Parecía una santa!", comentó alguna vez.

El día que lo vio llegar con una Biblia, se molestó bastante. Le recriminó: "¿Te volverás fanático como todos ellos?". Acentuó sus palabras con un dejo de ironía.
Él intentó evangelizarla. Le habló del tremendo pecado en que ella se encontraba, del peligro que corría de ir al infierno y del castigo que vendría sobre su vida si no se convertía a Cristo.
--Basta ya de tus sermones, Manuel. Así no me vas a convencer—le refutó ella visiblemente enojada.
¡Había dejado escapar nuevamente una oportunidad de evangelizar!

¿Qué hacer entonces?

Nuestro mundo sumido en profundas crisis, reclama respuestas antes que fórmulas mágicas o sermones que señalan, acusan y ofrecen una visión desdibujada de Dios, presentándolo como el señor castigador e inmisericorde que no alberga un ápice de amor en su corazón. Testimoniar de Jesús el Señor, de manera práctica, sencilla y eficaz, comienza con nuestro testimonio de vida.

Usted que ha sido llamado por Dios para servirle; no puede darse el lujo de ser intrascendente, improductivo, sin que haya crecimiento en su existencia—a nivel personal y espiritual—, sumido en un progresivo estancamiento que apunta a convertirse en un revés tremendo.

El Señor Jesús fue claro al señalar: "No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre, él os lo dé" (Juan 15:16).

Aprendemos en este pasaje Escritural que desde antes de la fundación del mundo, Dios nos había escogido. Él espera que no nos quedemos girando en un mismo círculo sino que vayamos a las personas que se encuentran alrededor. Además su propósito desde la eternidad es que llevemos fruto, es decir, que se manifieste en nosotros el poder divino por el cual nos movemos y que nos gobierna.

Pregúntese ahora, ¿ven los demás en mí a Jesucristo o quizá aprecian de qué manera los principios del mundo están gobernando mis pensamientos y acciones?
Llevar fruto es abrir el corazón para que Dios cumpla su propósito en cada uno. No nosotros en Él, sino Él en nosotros. Entregarle todas las llaves de nuestro ser, para que entre sin ningún tipo de restricción y opere los cambios que necesitamos en las áreas emocional, física y espiritual.

Siempre he imaginado esta escena como alguien que, tras recibir a Jesucristo en su corazón, le abre las puertas de su casa. El amado Hijo de Dios entra a cada habitación, a la sala, al comedor, a la cocina, al cuarto de baño y a los corredores—y muy a pesar nuestro—pone las cosas en orden. Y digo que a pesar nuestro, porque nos gusta manejar las cosas, tener el control de todo, y si algo se nos dificulta, es permitir que el Maestro nos convierta en la persona que Él quiere que seamos, conforme a su plan perfecto, concebido desde antes de todos los tiempos.

¿Estás llevando frutos?
Cuando llevamos fruto, sin mucho esfuerzo, sólo dejando que el Espíritu Santo fluya en nuestro ser—en lo que pensamos y hacemos—los demás serán evangelizados con el ejemplo antes que con las palabras. Querrán tener aquello que opera y se mueve en nosotros.

El Señor Jesús lo explicó de la siguiente manera: "Él quita todo pámpano que en mí no lleva fruto; y poda al que lleva fruto, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la Palabra que os he hablado, Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; tampoco vosotros, si no permanecéis en mí" (Juan 15:2-4).

Una lectura cuidadosa del pasaje le llevará a descubrir que el Maestro espera que no seamos improductivos; eso por una parte, y por otra que nuestro fruto sea visible. Si tenemos a Dios moviéndose en lo más íntimo de nuestra existencia, Él seguirá tratando con cada uno para que llevemos más y más fruto, y recibamos más y más de Él. ¿Se ha dado cuenta de la grandeza de este principio bíblico? Entre más tiene de Dios y más busca de Él, más recibirá.

Es evidente que debe producirse un crecimiento personal y espiritual en el cristiano. Es lo que espera el Supremo Hacedor. Crecer hasta llegar a la estatura de Cristo. Y las almas que ganemos para el Reino de Dios, deben igualmente observar ese desarrollo. Deben llegar a ser imagen y semejanza del Redentor.
Dejando de lado todo lo aprendido.

Cuando usted y yo recibimos a Jesús como único y suficiente Salvador, debemos dejar de lado todo lo aprendido. Significa asumir nuevos valores y principios aprendidos con la Biblia, los cuales sin duda van en contravía de las pautas que nos gobernaron durante los años de mundanalidad. Este proceso no es fácil. Puede desatarnos confusión. Sin embargo, estar en el camino del Evangelio se relaciona estrechamente con renovar nuestra forma de pensar y de vivir.

El apóstol Pablo aludió a este aspecto de importancia al escribir: "Porque por la Ley he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el hijo de Dios, quien me amó`, y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2:19, 20).

Es muy probable que tengamos conocimientos académicos e incluso teológicos, pero tales nociones no garantizan que en la vida llevemos fruto como cristianos. Es en Dios, dependiendo de Dios y moviéndonos en Dios, como llegamos a ser realmente fructíferos.

¿Cuáles son los pasos que debemos dar?

En esencia quiero compartir con usted dos pasos esenciales:

El primero, que todo cuanto haga, nazca de una íntima relación con Dios en oración, estudio de la Palabra y sometimiento a Su voluntad.
El segundo es que las personas alrededor, comenzando por nuestra familia, deben recibir testimonio de que somos cristianos por nuestros hechos los cuales—una vez sean manifiestos—deben ir acompañados de palabras.

No se puede concebir que pretendamos evangelizar si vivimos mundanalmente, deshonramos al Señor con nuestras acciones y ni siquiera tomamos tiempo para orar.

La dependencia de Dios es un tercer paso que debemos tener en cuenta siempre. Yo puedo predicar un muy buen mensaje aludiendo al razonamiento, al estudio de la raíz lingüística de las palabras que utilice, del contexto socio-político y religioso del pasaje que utilice e incluso, de las tradiciones de la época. Pero no pasará de ser una buena conferencia.

Si por el contrario mis palabras, así sean una sencilla conversación para compartir el Evangelio con alguien, están regadas por la unción que proviene de una íntima relación con el Padre celestial, sin duda serán más efectivas que cualquier tratado de evangelismo.

Usted puede ser un ganador de almas productivo. Pero debe vivir el proceso que incluye: crecimiento, dependencia de Dios y visión por el Reino. Animo. La victoria está asegurada si vamos tomados de la mano del Señor Jesucristo en cada paso.

Por Fernando Alexis Jiménez.